Sospecho

Por Crystina Martínez/Caracas

Yo, como el resto de los mortales, sospecho de muchas cosas. Sospecho, por ejemplo, de las mujeres que le tienen pánico a las cucarachas, de si el fútbol de hoy en día es más negocio que deporte, sospecho de la gente que sabe llevar su cara bien administrada, sospecho del igualitarismo. Sospecho de los periodistas complacientes, sospecho que encenderle una vela a Dios y otra al diablo termina encendiendo la mesa, sospecho de la existencia de Dios, de si Jesucristo fue el hijo de Dios, un hombre común o un invento de alguien. Sospecho de los socialistas que creen que el socialismo se construye de su casa para fuera, del que condena el abandono de perros y gatos y se la pasa súper con una tarde de toros.

Sospecho, aunque un poco menos, de los vegetarianos que comen pescado, sospecho también de los trotskistas ortodoxos, de los maestros ortodoxos, sospecho, en fin de todos los ortodoxos, sospecho que me aburre la receta única que tiene Arjona para escribir sus canciones, de que Pelé nunca fue mejor que Maradona, sospecho que tú me empiezas a perder, sospecho que la vida no fue ni más bonita ni más fea que ahora, sospecho, lamentablemente sospecho, que a pesar de todo te sigo amando, sospecho de la televisión, y más aún, sospecho que la televisión de mi país es una mierda.

Sospecho que Sábato me hizo daño, sospecho de la preferencia sexual del homofóbico, sospecho que cada día me gusta más Sabina, sospecho que extraño a mi padre, sospecho, que coño, la muerte no es fácil, sospecho de la modestia de los intelectuales, sospecho de la belleza de Marilyn Monroe, sospecho (como para no perder la costumbre) de todo aquel que se la pasa hablando de moral, sospecho que tanta politiquería contamina el lenguaje, sospecho de fulanito de tal, sospecho de mí, de ti, de él, de ella, de ellos. Sospecho que no es bueno sospechar demasiado, sospecho, vaya que sospecho, que me van a mandar a callar, sospecho que no me quiero callar.

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